Los Amigos del Telégrafo viajaron a Zamora y Toro del 29 de septiembre al 1 de octubre 2016, para conocer la exposición de Las Edades del Hombre que se celebra este año en aquellas tierras, con una extensión a los bellos parajes de los Arribes del Duero. En Zamora se impuso la insignia de KDO a Paulina Prieto, momento que se recoge en una imagen que puedes ver PINCHANDO AQUÍ.
Nuestro compañero Martín Prieto ha elaborado una interesante reseña sobre este reciente viaje de la Asociación, que publicamos a continuación.
AMIGOS DEL TELÉGRAFO POR TIERRAS DE ZAMORA
La propuesta turístico-cultural de la delegación de Madrid de visitar Zamora y Toro con motivo de la exposición de las Edades del Hombre, tuvo una excelente acogida, no sólo por los compañeros madrileños, sino que desde otros puntos del país se nos unieron con el afán de acompañar, compartir y disfrutar, amigos de Salamanca, Valladolid, Cantabria, también los de Zamora, claro está y ¡cómo no! el perenne Domingo de Melilla.
Desde el Parque del Castillo enclavado estratégicamente en una colina sobre el río Duero, hasta el Parque de la Marina Española inicio de la expansión de la gran ciudad, una experta guía local nos descubrió un Zamora, primero románico, por la Rúa de los Francos, con sus innumerables iglesias románicas, luego la Zamora modernista, por la calle de Santa Clara y su hilera de casas con colorismo gaudiniano.
Tras la fraterna comida, y la imposición del KDO a nuestra compañera Paulina Prieto, zamorana de pro, volvimos sobre nuestros pasos por las calles de ese museo vivo del románico para entrar en otro museo único en España: El Museo de la Semana Santa. 37 tronos preparados para ser cargados por los costaleros en cualquier momento y salir a la luz de los faroles o de los cirios penitentes, en la Semana Santa. 37 representaciones de la Pasión realizadas por los imagineros castellanos que procesionan con fervor como el “Nazareno”, “Las Capas “ o “El silencio”, por las calles zamoranas.
Nos quedaba por visitar el interior de la catedral del Salvador. El exterior ya lo conocíamos por las explicaciones de la guía local: su cimborrio de inspiración bizantina cubierto de escamas de piedra; su torre defensiva y la puerta Sur, llamada del Obispo, la más románica, de todas.
La Catedral no es grande en dimensiones pero sí intensa en los estilos que confluyen en sus capillas: clásico, oriental e hispano-árabe. Rejas renacentistas, sillería del coro flamenca, y sepulcros góticos, un paseo por la historia del arte hasta llegar al Altar Mayor de la Transfiguración diseñado por Ventura Rodríguez.
Al siguiente día decidimos darnos un baño de naturaleza en las aguas internacionales del Duero. Hora en Portugal, hora en España, el paseo en un barquito expresamente adaptado para ver el agua y el cielo nos permitió divisar las águilas por encima de los abruptos acantilados de los Arribes y oír el silencio de sus orillas protegidas. Al finalizar, unas copitas de Oporto y el vuelo de rapaces nos transportaron, tras la comida, a otro encuentro.
Aunque las exposiciones de las Edades del Hombre tienen un carácter catequético y evangelizador, ello no impide otras lecturas, como puede ser la puramente artística por el conjunto iconográfico que encierra. La de Toro toma el nombre de AQVA, porque el tema monográfico de la misma es el agua. El río Duero inspira, o mejor dicho, empapa la muestra y le da vida como lo hace con las tierras zamoranas que riega, “Tierra del Pan” y “Tierra del Vino”, aunque no pueda restarle protagonismo alguno a la verdadera joya de la exposición: “El Pórtico de la Majestad” de la Colegiata.
Dejamos para el tercer día la visita al último vestigio de la cultura visigótica, la Iglesia de San Pedro de la Nave, junto al embalse de Ricobayo , de cuyas aguas fue rescatada, piedra a piedra en los años treinta.
Camino de vuelta, parada y fonda en Simancas, mejor sería decir, parada y barbacoa que fue la que nos dejó fundidos en el asiento del autobús en nuestro regreso a Madrid.
Simancas, castillo, archivo, plaza y mirador sobre el Pisuerga que pasa bajo el puente romano de 17 ojos. Y su iglesia del Salvador, enorme templo del s. XVI que se divisa desde la autopista. Simancas, pueblo de valerosas mujeres que no dudaron en cortarse una mano cuando fueron dadas en tributo al emir Abderramán II, y ya sabéis lo que dijo el moro: Si mancas me la dieron, mancas no las quiero”.
Martín Prieto