VIAJE POSTAL HACIA 1950
28/11/2010
F. Romero Cordobés
Fotos: Alberto Díaz
Camino angosto hasta desembarcar en una isla que sobrevive al látigo de la modernidad. La mirada atónita descubre una porción de la historia de las comunicaciones en una estancia decorada con el sepia del pasado. Es como una ventana hacia 1950 que se abre ante la sorprendida retina.
La realidad postal de los 50 encuentra refugio en Monterreina (Huelva). Tras los primeros pasos, el espectador se sumerge en el manantial de otros tiempos, en una oficina fusionada de Correos y Telégrafos: la Estafeta-Museo. El citado espacio fue creado por Juan José Martínez Domínguez para mantener viva, más allá de la añeja memoria, la imagen tangible de las oficinas de mediados del siglo XX. La propia evolución y la llegada de la informática solaparon la importancia de estos enclaves. De ahí, el denodado esfuerzo por y para conservar el basamento del actual servicio de Correos. “Mi pretensión era y es mantener ese sistema tan inmediato de comunicación que teníamos a través de Correos y Telégrafos, que no se perdiera la imagen ni los sistemas.
En un periodo de 15 años se ha conseguido recopilar mobiliario, enseres y objetos de aquella época para reproducir tal cual una oficina de la década de los 50”, explica Juan José Martínez. En el prisma del acontecer histórico, la penuria azotaba el país tras la lacra de la Guerra Civil y esa coyuntura económica también se vislumbra en los medios de trabajo del funcionariado. “Incluso nos teníamos que fabricar nuestra propia tinta para utilizar la plumilla”, apunta Juan José. “Las horas de trabajo se multiplicaban y ni siquiera cobrábamos horas extraordinarias. Lo primordial era sacar adelante el trabajo”, puntualiza Martínez Domínguez.
Esta realidad oculta a las generaciones del móvil y del facebook aparece en la Estafeta-Museo, ya que al pasear por sus diferentes estancias se observa cuán duras eran las condiciones laborales del funcionariado de antaño. Pero hay más. El director de este espacio museístico también ha recopilado documentación y cartografía de la época con el objeto de que puedan ser consultados por el estudioso y “para mi propio trabajo de conservación de la memoria postal. Es un medio de consulta que no tiene parangón en Andalucía”, apunta Juan José Martínez.
La mirada de la actual sociedad ya no es inquieta, ya no persigue el conocimiento del origen de los pilares comunicativos que favorecieron la última revolución comunicativa de la mano de la informática. “Las personas viven su época. Ahora, los jóvenes mandan un e-mail y no se preocupan por saber de dónde viene eso. No se rememoran los sistemas de comunicación del siglo pasado. Como mucho se siente curiosidad y nada más. Tan sólo nos aferramos a esa imagen añeja aquellos que la hemos vivido y la hemos sentido desde dentro. En este caso entrar en la Estafeta-Museo es como un recordarse”, aclara el director de este espacio museístico.
DESDE DENTRO.
La Estafeta-Museo se divide en varias estancias dentro de una misma sala. Se pueden diferenciar: el vestíbulo, la biblioteca, la zona de telégrafos y el interior de la oficina fusionada. Mobiliario y todo tipo de enseres decoran cada recoveco para realizar un viaje hacia 1950.
En este paseo hacia los tonos sepias del pasado se vislumbra el uniforme del servicio postal, que albergaba los distintivos de cada rango. Aisladores telegráficos de distintos tipos, las ruedas envolventes y la estación telegráfica son las siguientes paradas de este recorrido. “El telégrafo semafórico fue la génesis de este servicio. Después vino el eléctrico y se asumió el reproductor de morse. Con la llegada del teletipo o teleimpresores, los telegramas dejaron de escribirse a mano”, puntualiza Juan José Martínez. Por su parte, la mesa de pruebas detectaba las averías en las líneas de telégrafos. En ese preciso momento, el funcionario cambiaban los conmutadores y se enlazaban los municipios a través de otra conexión para que no quedaran aislados. Los pararrayos representaba el seguro de vida para este sistema de comunicación cuando las tormentas eléctricas hacían actos de presencia.
Más pasos y ahora aparece la figura del ambulante de Correos. Esta persona se dedicaba a repartir la correspondencia por una ruta específica. Ala vuelta cambiaba su función, que en ese momento se centraba en la recogida de cartas o paquetería. Precintos de plomo, la Caja Postal, fotografías de ladrones, sellos...
Cada elemento de una oficina fusionada de Correos y Telégrafos surge en la Estafeta-Museo para trasladar al visitante hasta la década de los 50. Es un viaje postal hacia los sistema de comunicación de un tiempo añejo.