Hasta la década de 1930, las sucesivas fases de crecimiento de la ciudad habían ido desplazando el centro urbano hacia el este, incluso el anteproyecto de Ensanche de Castro (1857) se ajustó a esta trayectoria natural de la ciudad. Así, si hasta el siglo XIX el centro estuvo localizado en la Puerta del Sol, a comienzos del siglo XX se fue trasladando por la Calle de Alcalá hasta consolidarse en la que fue llamada Plaza de Madrid, entonces Plaza de Castelar y hoy Plaza de la Cibeles. No por casualidad, en esta plaza se ubicaron algunos de los edificios e instituciones más representativos desde el punto de vista de la capitalidad de Madrid, como el Ministerio de la Guerra en el Palacio de Buenavista -hoy Cuartel General del Ejército-, el Banco de España y el Palacio de Comunicaciones que ahora tratamos.
Su historia comienza en 1903 cuando el gobierno adquirió, no sin oposición, parte de los jardines del Buen Retiro para edificar en su solar la nueva sede de Correos y Telégrafos. Ese mismo año se convocó un concurso público del que resultó ganador el proyecto que presentaron unos jóvenes arquitectos llamados Antonio Palacios Ramilo, Julián Otamendi Machimbarrena y el ingeniero Angel Chueca Sainz.
Las obras comenzaron en 1904 con un presupuesto inicial de 4.500.000 pesetas que pronto se revelaría insuficiente, y se prolongaron durante trece años, hasta 1917, debido fundamentalmente a las notables dimensiones del edificio, que ocuparía una superficie total de 12.207 metros cuadrados y alcanzaría un coste de 10.311.860 pesetas de las de entonces.
El edificio fue concebido con criterios de racionalidad y funcionalidad, su gran patio interior facilitaba el tránsito hacia los servicios generales de correos, telégrafos y de telefonía que se instalaron en la planta baja, mientras que las plantas superiores se reservaron para tareas administrativas, para las oficinas de la dirección, la cartería y una sala de telégrafos que conectaba directamente con la antena del edificio, que alcanzaba nada menos que 70 metros de altura, contando con la altura de la torre central.
En conjunto, el Palacio de Comunicaciones denota las influencias de la monumentalidad de la arquitectura norteamericana, de las composiciones volumétricas de la arquitectura francesa, de las reminiscencias de la arquitectura medieval española en los detalles decorativos y en el tratamiento de la piedra e, incluso, se aprecian algunos elementos característicos de la arquitectura vienesa de Otto Wagner, de quien era entusiasta Palacios.
A las 12 de la mañana del 14 de marzo de 1919, el Palacio de Comunicaciones de Madrid abría oficialmente sus puertas. Al acto acudió la flor y nata de la sociedad del momento, con el rey Alfonso XIII a la cabeza.
Debido a su importancia como centro de las comunicaciones nacionales e internacionales y su emplazamiento privilegiado dentro de la ciudad, fue el primer edificio en que se izó la enseña tricolor el 14 de abril de 1931 al proclamarse la II República.
Al iniciarse la Guerra Civil, el edificio acabaría desempeñando un papel crucial en las comunicaciones, siendo defendido por un bando y bombardeado por el otro.
A excepción de las reformas que fueron precisas como consecuencia de la guerra de 1936 y diversas reparaciones cotidianas, el Palacio de Comunicaciones se conserva igual que en el momento de su inauguración. El 4 de junio de 1993 fue declarado bien de interés cultural.
La imagen del Palacio se ha consolidado como una de las mas representativas, junto a la estatua de la Cibeles, de la ciudad de Madrid. "Nuestra Señora de las Comunicaciones" como es conocida popularmente debido a su majestuosidad y a su aspecto monumental, es además un edificio cargado de curiosos detalles que con sus cinco plantas y techo acristalado lo convierten en una joya de la arquitectura de Madrid.