Esta pequeña historia de la Sala de Aparatos de Madrid se ha ido forjando, sobre todo, a través de los recuerdos personales de los que, en una época u otra de nuestra carrera telegráfica, vivimos la experiencia de trabajar en élla, y hemos creido conveniente situarla dentro de la sección "Palacio de Comunicaciones", al considerar que ha sido, a lo largo de los tiempos, una parte indisoluble e imprescindible de dicho edificio.
Como toda historia que se precie, para comentar su desarrollo la hemos dividido en cuatro eras o edades: Edad Antigua (desde los principios del telégrafo eléctrico hasta la inauguración del Palacio de Comunicaciones en 1919), Edad Media (desde 1919 hasta finales de los años 50), Edad Moderna (desde 1960 hasta finales de los 80 con la consolidación de las comunicaciones informáticas) y Edad Contemporanea (desde la desaparación de los teleimpresores hasta la “expulsión” del Palacio de Comunicaciones en el año 2005).
Para confeccionar los datos correspondientes a las dos primera épocas, acudimos sin rubor a las “Historias de Telégrafos” de nuestro Presidente Sebastián Olivé, en cuyo capítulo 6 hace una semblanza de la Sala de Aparatos de Madrid, cuyo texto copiamos integramente, desde sus comienzos hasta la modernización de la misma, con la sustitución de los aparatos Baudot por teleimpresores, alrededor del año 1960.
Esperamos que disfruteis de estas líneas sobre algo tan entrañable para todos los telegrafistas.
Edad Antigua
Seguramente para los que ingresábamos en Telégrafos sin tener contactos previos con su organización, lo que más nos llamaba la atención era “la sala de aparatos”. En realidad las “salas de aparatos” eran el verdadero Telégrafos, lo demás eran “oficinas”, como podían ser las de los bancos o las del Ayuntamiento de nuestro pueblo.
Cuando yo pisé por primera vez la Sala de aparatos de Madrid – entonces se decía “de la Central” – me impresionó por la cantidad de gente que allí había y por los hermosos ventanales al Paseo del Prado. Ya conocía la Sala de aparatos de Tarragona y la de Barcelona, pero “la Central “, que quizá no era mucho mayor que la de Barcelona, tenía muchos mas aparatos. Esto ocurría allá por 1953, es decir, mas o menos, a los cien años de haberse fundado Telégrafos.
Yo no lo sabía, pero cien años antes, en lo que entonces se llamaba “Gabinete Central”, había 20 aparatos, todos “morses”. En el documento adjunto se puede ver el croquis de las líneas y aparatos de la “sala” de Madrid hacia 1860. Si lo hubiese sabido quizá habría pensado que cualquier tiempo pasado fue peor. Porque aquella sala primitiva no estaba en el edificio de la plaza de Cibeles, sino en dependencias del Ministerio de la Gobernación, entre las calles de Carretas y la calle del Correo. Allí se mantuvo mas de cincuenta años, aumentando los aparatos y apretujándose el personal.
Y por como la describía un telegrafista-literato, hacia 1870, debía ser un tanto tenebrosa:
“Era un local largo... largo, y estrecho... estrecho que mediría cerca de treinta metros de longitud, por solo cuatro de anchura. Gabinete le llamaban, y no salón; pero aun era pretensión ridícula el llamar “gabinete” a un pasillo. De techo bajo y de extraña arquitectura abovedada, en el primer piso de un edificio que da a un callejón angosto, de día recibía luz menguadísima, sin reflejo alguno, en aquellas paredes ennegrecidas por el humo del gas, incompletamente quemado en mecheros primitivos de mariposa, y, de noche las pantallas de hoja de lata dejaban pasar mas humo que claridad”.
Pero aquello debía ser cosa corriente en las demás “salas de aparatos”, porque un Inventario de la Sala de Valladolid, de Mayo de 1860 detalla los aparatos de servicio, que eran:
"Cuatro receptores Morses, tres de Moilleron y uno de Briquet. Cuatro ruedas envolventes. Cuatro para-rayos. Dos Agujas Wheaststone. Seis Brújulas. Seis manipuladores. Catorce conmutadores, doce en servicio, dos de reserva y uno inútil. Un imán. Cuatro pilas locales compuestas cada una de 4 elementos. Tres ídem. de línea con 150 elementos".
Y después describe los muebles que acompañaban a los aparatos, que eran:
" Tres mesas para la colocación de los aparatos. Tres mesas pequeñas y un cajón de pilas locales. Dos banquetas de hierro forradas de verde, una inútil. Dos perchas de hierro una grande y una pequeña. Una silla de haya en uso. Un brasero de bronce con su caja y badila de hierro. Una mesa de color con cajón. Un reloj de pared. Un espejo nuevo. Una escupidera. Dos tinteros de bronce completos. Tres carpetas de hule en uso. Un jergón en uso. Una tijera en mediano uso".
El panorama parece bastante miserable. Con la entrada del siglo XX se intentaron construir edificios mas adecuados a la prestación del servicio. En Madrid las dependencias telegráficas se situaron en un edificio inmediato a la antigua sede. La sala sería algo mejor, pero solo tengo la referencia de una visita de Alfonso XIII, en 1917, y tampoco parece muy atractiva.
Después se produjo el salto espectacular. Tras quince años de proyectos y obras, en 1919, se inauguraba el que sería el Palacio de Comunicaciones, en la plaza de Cibeles.
En el proyecto la “Sala de aparatos” tenía reservado el sitio en la planta baja, junto a las ventanillas de admisión de telegramas.
Sin embargo el proyecto no se siguió a la hora de la instalación y la “sala” se situó en la planta cuarta, inmediatamente encima de la lonja de los buzones. Y allí estaba cuando yo la conocí.
En 1954, en la “sala” de Madrid era una impresionante nave, con amplios ventanales sobre el Paseo del Prado. Tenía forma de L, que se completaba con otra nave igual, con ventanales a la calle de Montalbán.
No se los metros cuadrados que tendría, pero calculo que cada uno de los “lados” de la L tendrían de 15 a 20 metros de ancho por 50 ó 60 de largo.
He intentado reproducir de memoria un croquis de aquella sala, pero me gustaría que los que la conocieron me ayudaran a completarla o rectificarla.
La ocupación de las dos partes de la L era muy distinta. En la que correspondía a la facha de la calle de Montalbán estaban los aparatos Baudot. En la que correspondía al Paseo de Recoletos estaban los teletipos.
Las mesas eran parecidas en ambos lados: mesas largas, de tres o cuatro metros, con patas metálicas, con la superficie forrada de gutapercha o algo parecido. Las sillas eran de madera, rígidas y pesadas. También había sillones igual de rígidos y mas pesados. En aquella época todavía quedaba algún “morse”, creo recordar que se utilizaban como emergencia cuando fallaba la luz – cosa que entonces ocurría bastante a menudo – en algunos pueblos, como Colmenar Viejo y el Molar. Estaban en una esquina en las últimas filas de mesas de la zona de teletipos (2).
Había solo un Hughes, creo que conectado a un banco, que tenía ese enlace especial directo con la Central. Estaba también en la zona de teletipos (1).
Los demás aparatos de esa zona eran teletipos. La gran mayoría eran de la marca Creed y tenían un teclado reducido, de tres filas de teclas, de manera que cada tecla tenía dos signos que se transmitían según estuviera pulsada previamente la tecla “letras” o “cifras”.
Eran aparatos que se averiaban fácilmente y los “técnicos de instalaciones” tenían que cambiarlos muy a menudo y mandarlos al taller. (Los aparatos Creed tenían un sistema de impresión que respondía basándose en un resorte de acero. Como no había repuestos originales, las láminas de acero que se empleaban eran de baja calidad y perdían rápidamente la elasticidad y el teletipo fallaba. La reparación era fácil, se sustituía la lámina de acero y volvía a funcionar durante unas horas. El taller solía estar abarrotado de teletipos esperando el cambio de la dichosa lámina).
Otros teleimpresores eran los de la marca Siemens, los Siemens37, de cinta (también los había de página, pero no en la Sala de aparatos).
En la fotografía, los dos teleimpresores de la izquierda de la primera fila son Creed y el de la derecha es un Siemens37. En el vértice, donde se juntaban las dos partes de la sala, estaba la mesa del Jefe de Aparatos “que llevaba la guardia”, es decir el que repartía los puestos de trabajo.
Los funcionarios tenían varios turnos y varios horarios de entrada y salida y el Jefe de Aparatos, que recibía de la Jefatura de Tráfico el listado del personal que “entraba de servicio”, asignaba a cada uno de ellos un aparato. (Había varios tipos de “turno”. Los que llevaban el peso del servicio eran los “turnos de 4” : un día de 14 a 21, otro de 8 a 14 y de 21 a 24, otro de o a 8 y el cuarto libre. Había, naturalmente 4 turnos de 4. Había tunos de mañana, de 8 a 14. De tarde, de 14 a 21. Turnos “murciélago”, de 14 a 16 y de 21 a 24. Y, sobre todo, se hacían muchas “horas extraordinarias”, casi siempre de forma voluntaria, aunque algunas veces obligatoriamente – por ejemplo en días que se presumía que aumentaría mucho el tráfico, por ejemplo el día de San José y Navidades.
Las horas obligatorias eran 150 al mes y muchos compañeros hacían otras tantas como extraordinarias). Al fondo de esta parte de la sala estaban los Servicios, un pequeño cuarto donde daban los partes al Observatorio Meteorológico los que se encargaban de recogerlos por los aparatos y una puerta pequeña que conectaba con las dependencias de la Dirección General. (A veces por esta puerta entraba el Jefe de Centro acompañado de una pequeña corte de acompañantes. Iban hasta la mesa del Jefe de aparatos y el Jefe se sentaba en una sillón de madera y se formaba un corrillo a su alrededor. Pedía café a la cantina y se lo tomaban allí. Siempre había un “maese cucharilla” que le removía el café al Jefe y los veteranos nos lo hacían notar maliciosamente).
En la esquina de la sala, formada por las dos fachadas se habían acotado varios departamentos.
En uno de ellos estaba el servicio Telebén, donde un grupo de personas contratadas, casi todas chicas jóvenes, recibían los telegramas que se ponían por teléfono. En otro estaba el despacho del Director de Servicio, que era la máxima autoridad en lo referente al curso del tráfico de telegramas en toda la red. Además del despacho tenía una habitación con cama donde se solía retirar después de las doce de la noche. Los Directores de servicio estaba “a turno de cuatro”.
Otro departamento se destinaba a “incidencias” y se guardaban allí un par de días, convenientemente ordenados, los telegramas que se transmitía en los aparatos de la sala a fin de que pudiera atenderse si surgía alguna reclamación (por ejemplo si faltaba alguna palabra, había “una colación falsa”, etc.).
Casi todas las capitales de provincia tenían conexión “punto a punto” con Madrid y la mayoría utilizaban aparatos Baudot. La ventaja de esos aparatos era que por un solo hilo se podían dar, simultáneamente, cuatro comunicaciones, dos en cada sentido. Los teleimpresores podían transmitir mas rápidamente pero solo permitían dos comunicaciones simultáneas, una en cada sentido, cuando funcionaban en “dúplex”
La parte de la sala correspondiente a la calle de Montalbán estaba ocupada por los Baudots.
Las mesas de los aparatos tenían todas una caja negra vertical, que en la fotografía se ve en primer plano, donde había unas bombillas que se encendían a medias y que eran una protección para las pilas, un miliamperímetro redondo y, en un pequeño estante, un acústico y un manipulador morse y un relé.
La caja estaba rematada con una placa de latón con el nombre de la comunicación. Se puede ver en el cartel de la foto como indica que el Baudot está conectado con Tánger.
En esta parte de la sala, en el extremo, estaban los aparatos de la comunicación con Canarias, cuyo enlace se hacía por radio. La comunicación se hacía por “morse” pero la trasmisión se hacía por trasmisores automáticos y los receptores imprimían las señales que recibían con un chorrito continuo de tinta.
También había una comunicación especial que era el “cable de Bilbao”. Se trataba de una comunicación mixta puesto que en Bilbao se enlazaba con un cable a Inglaterra. La comunicación también era en “morse” y también se utilizaban transmisores automáticos.
En el centro de esta parte de la sala, adosado a la fachada de la calle de Montalbán, estaba el Conmutador.
Era una sala acristalada para aislarla del ruido de los aparatos y en la que estaba un gran “conmutador” que era el panel donde se conectaban los hilos que llegaban del exterior a los aparatos de la sala.
Solía haber dos funcionarios de servicio por turno y su trabajo consistía en probar los hilos y, en su caso, en reclamar a los Jefes de Línea la solución de las averías. (A veces el encargado de un aparato llamaba al “técnico de instalaciones” porque el aparato no funcionaba bien y el técnico le echaba la culpa al mal estado del hilo. El encargado del aparato tenía que ir al “conmutador” a decir que el hilo estaba mal. El encargado del conmutador ponía una clavija en algún sitio, daba unos golpecitos a un manipulador y decía muy seguro “franco” y el encargado del aparato volvía a su sitio y como el aparato seguía mal volvía a llamar al “técnico de instalaciones” que acababa peleándose con el técnico del conmutador por la bondad o maldad del hilo).
La parte interior de la L era una especie de patio techado con cristales, que en la planta baja tenía una “sala de batalla” de Correos y un espectáculo para los novatos era ver como encestaban los paquetes en las sacas y como colocaban las cartas en los casilleros.
El tercer lado del patio era un pasillo que conducía a dependencias de la Dirección General. Justo al final del pasillo y antes de entrar en aquellas dependencias había una escalera por la que se entraba y salía de la sala por las noches y los días de fiesta en los que se cerraba la puerta de la calle de Montalbán.
En el pasillo estaba la puerta de la cantina. Esta era un simple mostrador con una garita para el cajero. No había ni mesas ni sillas y el espacio era muy reducido de modo que no pudiera juntarse mucha gente.
Pasado el pasillo de la cantina, en la sala se encontraba la puerta del taller donde se reparaban los aparatos. En realidad se podría decir que se reparaban los teletipos porque los Baudots no se estropeaban nunca.
Al final de la Sala, en la parte frontal de la pared que la cerraba, había una gran lápida con los nombres de los “caídos” del Cuerpo de Telégrafos – es decir, los nombres de los que habían muerto en el bando “nacional” durante la guerra civil.
Y también estaba la entrada por la escalera que llevaba a la calle de Montalbán. De allí arrancaba un pasillo hacia la naciente Central Telex (la primera se instaló hacia 1953). Al principio del pasillo, en un altillo estaban los vestuarios, donde cada uno tenía una taquilla.
Hacia 1960 desaparecieron los aparatos Baudot y se inició una de las “modernizaciones” de la sala que para mi, que la viví en primera fila, fue la última.