La Telegrafía Óptica, que se desarrolló en España a finales del siglo XIX en el seno del Ejercito, tiene un claro precedente en las torres o atalayas de señales que se utilizaban para la comunicación desde tierra a las naves desde mucho tiempo antes.

En el capítulo 63 de la segunda parte del Quijote, titulado “De lo mal que le avino a Sancho Panza con la visita de las galeras, y la nueva aventura de la hermosa morisca”, queda plasmado que Cervantes conocía el funcionamiento de estas torres de señales. Lo cuenta cuando, con Don Quijote y Sancho a bordo de una galera, el marinero vigía avisa de las señales recibidas de la torre, anunciando que se acerca un bajel de remos.

Don Quijote y Sancho son recibidos con honores al embarcar en una de las galeras fondeadas en el puerto de Barcelona, que hacen salvas con sus cañones a su llegada. El general al mando de las galeras da la mano a Don Quijote, le abraza y le dedica unas palabras de bienvenida, a las que contesta cortesmente el hidalgo. Caballero y escudero entran en la popa y se sientan en los bancos junto a los galeotes. El cómitre ordena a los galeotes desnudarse el torso para comenzar su tarea. En un descuido, los galeotes agarran a Sancho y bromean con el zarandeandolo y volteándolo de mano en mano hasta marearlo y por fin lo sueltan. Don Quijote pregunta si esto son novatadas que se hacen a los que por primera vez suben a una galera y, agarrando su espada, jura que a el no le harán lo mismo.

El cómitre ordena levar anclas para zarpar y anima a los galeotes azotándolos, lo que escandaliza a Sancho. Don Quijote le dice a Sancho que bien podría recibir el esos azotes, para conseguir con ellos acabar con el desencanto de Dulcinea.

En ese momento, el marinero vigía da un aviso y sigue literalmente el Quijote:

 

-Señal hace Monjuí de que hay bajel de remos en la costa por la banda del poniente.

Esto oído, saltó el general en la crujía, y dijo:

¡Ea hijos, no se nos vaya! Algún bergantín de cosarios de Argel debe de ser éste que la atalaya nos señala.

Llegáronse luego las otras tres galeras a la capitana, a saber lo que se les ordenaba. Mandó el general que las dos saliesen a la mar, y él con la otra iría tierra a tierra, porque ansí el bajel no se les escaparía.

Así, Don Quijote y Sancho, en una nueva aventura, parten en la galera capitana a la captura del bajel avistado desde la torre de señales, al que las galeras apresan y en el que descubren nuevas sorpresas.

 

En la imagen se muestra la Torre de Señales de Montjuic, hoy desaparecida, en una obra del giglo XVI del dibujante flamenco Anton Van Der Wyngaerd.