En la publicación Historias del Telégrafo de Sebastián Olivé, en su capítulo 14, Telégrafos y la Meteorología, se recoge el papel de la torre de telegrafía óptica del Retiro en Madrid en la red de estaciones meteorológicas de la nación, cuyos datos obtenidos en las observaciones meteorológicas se transmitían telegráficamente.

En 1880, con motivo de un ciclo de conferencias sobre temas científicos que, auspiciadas por el Director general, se desarrollaba en la Escuela de Telégrafos, uno de los ponentes desarrolló el tema Meteorología telegráfica y propuso a los Jefes de la Dirección allí presentes nuevamente la creación de una red de puntos de observación gestionada por los telegrafistas.

Según el orador, Emilio Orduña, en aquellas fechas había en España 21 observatorios meteorológicos dependientes del Ministerio de Fomento y gestionados por catedráticos de Universidad o de Instituto (excepto uno de ellos, el de la ciudad de Tarifa, de cuyo funcionamiento se responsabilizaba el Jefe de la oficina telegráfica). También había observatorios particulares, que daban igualmente sus partes telegráficos: uno en la Escuela de Montes, dos en León (sin mas detalles), uno en la escuela de agricultura de Jaén, uno en el seminario de Vengara y otro en el convento de los jesuitas de Balaguer.

El número parecía muy escaso y debían quedar extensas zonas sin generar información.

Probablemente la preocupación sería general y al poco tiempo se reorganizó el Instituto Meteorológico ampliando los puntos de recogida de datos. La sede en Madrid de dicho Instituto fue la torre telegráfica del parque del Retiro, la que había sido la primera escuela de la telegrafía eléctrica.

Seguramente el antiguo enlace se había inutilizado y hubo que preparar otro desde la Sala de aparatos de la Central y, según “El Telegrafista Español”, la cosa resultó complicada “... como este Instituto se halla establecido en la antigua torre del Retiro, y no hay conductor disponible en los cables que terminan en la caseta de amarre de los Jerónimos, ha habido que montar un ramal de dicho Instituto por el ferrocarril de circunvalación a empalmar con los cables de la caseta de amarre de la calle Segovia”.

 

(La ilustración pertenece también a la publicación de Sebastián Olivé).