El 24 de septiembre de 1910 nace Rafael, de padre telegrafista, en Muros de San Pedro, precioso pueblo pesquero en las rías bajas gallegas, segundo hijo de una larga familia de las de entonces. En aquel remoto lugar, el telégrafo era el contacto seguro con La Coruña, capital de la provincia, y con otros lugares de España. Y en ese ambiente de admiración y respeto por el telégrafo, por entonces el sistema de comunicación más avanzado, vive sus primeros años Rafael.

Poco tiempo después, a su padre, Rafael Mª Delgado Serrano, le destinan a la estación telegráfica de Cuntis, población de importancia en la zona y famosa por las salutíferas aguas de sus balnearios. Allí Rafael crece oyendo el rítmico sonido de las transmisiones morse de su padre. Aquello le atraía y enseguida comenzó a practicarlo: a los nueve años ya puede leer los mensajes en morse y a los diez, y siguiendo las enseñanzas paternas, ya es capaz de transmitir telegramas y de recibirlos de oído. En ocasiones de mucho trabajo, ayuda a su padre en la oficina. Su vocación ya está claramente definida y, aunque el cura párroco del lugar intentaba captarle para el Seminario, Rafael tenía claro que lo que quería ser era telegrafista.

Con un nuevo destino del padre, toda la familia se traslada a Guadalajara, a donde llega Rafael con dieciséis años. Allí estudia y se prepara, con su padre como maestro, para ser telegrafista. Conoce el nuevo aparato Hughes y comienza a practicarlo. La velocidad de transmisión con este sistema no mejoraba mucho respecto al morse, pero su ventaja se encontraba en que no requería conocer un código especial: el teclado, como el de un piano, contenía todas las letras y números, y así se imprimían los mensajes en la recepción. Pero este sistema requería una sincronización inicial entre transmisor y receptor.

Pronto se traslada a Madrid, a casa de un tío, a prepararse para el ingreso en Telégrafos. Hace las oposiciones e ingresa como aspirante a oficial en 1927, con diecisiete años, en plena dictadura de Primo de Rivera, siendo por entonces Tafúr y Fúnez Director General de Correos y Telégrafos.

En la Escuela Oficial de Telégrafos, situada entonces en los sótanos del Palacio de Comunicaciones de la madrileña plaza de la Cibeles, Rafael cursa, junto con sus compañeros de promoción, tres años de formación especializada. Practican con el morse, el hughes y un sistema nuevo, mucho más rápido que los anteriores y que, además, permitía varias comunicaciones simultáneas por una línea: el baudot. Con su teclado de cinco teclas, se requería una cadencia rigurosa en la transmisión. El baudot introducía, además, un novedoso sistema de codificación digital, compuesto por cinco dígitos binarios, que tuvo aplicación más adelante en los teletipos, y que permitió la preparación de los telegramas en cintas perforadas y una mayor flexibilidad de trabajo. En su larga carrera profesional, Rafael no llegó a transmitir muchos telegramas con el baudot: como este sistema requería líneas de buena calidad, solamente se utilizaba para enlazar centros importantes como Madrid, Barcelona, Sevilla, etc.

Durante esta época, Rafael y sus compañeros también salían a hacer prácticas a las estaciones telegráficas de provincias, lo que les permitía conocer el Servicio Telegráfico de la forma más directa y en todos sus aspectos.

Al finalizar su formación en la Escuela Oficial de Telégrafos, Rafael es destinado a Guadalajara, donde inicia su labor profesional. Allí el Hughes es, inicialmente, el sistema fundamental para la transmisión de telegramas y Rafael transmite y recibe infinidad de ellos. El morse se mantiene para los enlaces más difíciles o más pequeños.

En 1931 se produce en España un acontecimiento histórico: la proclamación de la Segunda República, que convulsiona toda la vida política y social del país. Rafael transmitió esta noticia por el aparato hugues y también cientos de telegramas de felicitación al entonces presidente del Gobierno, Alcalá Zamora.

En julio de 1936 estalla la guerra civil. A Rafael le envían sus jefes en comisión de servicio a Sigüenza, donde la oficina de Telégrafos es un punto estratégico para las comunicaciones. A los pocos meses de iniciarse la contienda, las fuerzas nacionales se aproximan a Sigüenza y, después de bombardear la catedral, donde se refugian los republicanos, toman la plaza. Unos milicianos intentan dinamitar los equipos telegráficos antes de abandonar el lugar, pero el Jefe de Telégrafos ha cerrado bien la oficina y no pueden hacerlo. El servicio telegráfico puede seguir funcionando. Las fuerzas nacionales convierten la oficina de Telégrafos de Sigüenza en un importante nudo de comunicaciones, con aparatos de morse, baudot y hugues y con el último avance en equipos telegráficos: los teletipos.

Una vez finalizada la guerra y recuperada la normalidad de la vida ordinaria, Rafael vuelve a Guadalajara. Contrae matrimonio con Ángeles, a quien ha conocido en Sigüenza. Tres de las hermanas de Rafael, Rosario, Teodora y Magdalena también ingresan en Telégrafos: una familia eminentemente telegráfica. Durante su servicio en Guadalajara, Rafael tiene que hacer muchas guardias, de día, de noche, domingos, fiestas..., y tiene que procesar muchos, muchos telegramas, muchos giros.

Mientras tanto, la vida familiar de Rafael evoluciona: vienen cinco hijos, cuatro de los cuales fueron posteriormente telegrafistas. Como actividades complementarias, Rafael da clases a los futuros radiotelegrafistas (los radio-pitas) y prepara a muchos jóvenes para la oposición a Telégrafos. Siendo Habilitado del Centro en Guadalajara, puesto que ocupa durante quince años, iba desde la oficina con su cartera al Banco de España, recogía el dinero de las nóminas, una cantidad considerable, y lo llevaba a la oficina, sin ninguna protección, caminando por toda la Calle Mayor abajo. Eran otros tiempos.

Pasan los años, los hijos crecen. Las dos hijas mayores, Ángeles y Trinidad, ingresan muy jóvenes en Telégrafos, luego también su hijo mayor, Rafael, y, posteriormente, el pequeño, José. Otra hija, Carmen, sigue otros caminos, aunque también se siente ligada sentimentalmente con el telégrafo. Las tecnologías evolucionan y el morse va dejando paso a otras nuevas, aunque, a veces, hay que recurrir a él en caso de averías o emergencias. Se implanta en España el servicio Télex a través de las redes telegráficas, lo que proporciona una mayor flexibilidad a las comunicaciones entre empresas e instituciones. También el sistema de transmisión facsímil da lugar al telefax y al burofax.

En 1965, Rafael es destinado a la Inspección Central en Madrid, siendo D. Julián Ciancas Inspector General, de quien Rafael fue secretario particular algunos años y de quien guarda un cariñoso recuerdo. En sus tiempos de Inspector Central, Rafael recorre toda España, visitando los centros y las oficinas de Telégrafos, fiscalizando los servicios buscando siempre su correcto funcionamiento y mejora. Actúa como instructor de infinidad de expedientes disciplinarios, con cantidad de anécdotas que quedan bajo secreto de sumario. Estas actividades le proporcionan una visión global del mundo telegráfico, conoce a muchos compañeros en todos los rincones del país y hace un montón de amigos inolvidables.

En distintas ocasiones, en los últimos tramos de su vida profesional, Rafael fue comisionado, como Jefe de Centro, a Guadalajara, Mahón y Vitoria, con gratas vivencias en cada lugar. Por su largo historial y dedicación plena a las tareas telegráficas recibe la Medalla de Oro al Mérito Telegráfico y la Medalla al Mérito Civil.

Toda una vida dedicada a Telégrafos, su vocación, y a la familia. Se jubila a los setenta años, después de cincuenta y tres de servicios telegráficos. El mundo, la sociedad ha evolucionado mucho en todos estos años. El uso del telegrama decae y Telégrafos ya no es lo que era, pero, por la importancia que tuvo en toros tiempos, despierta ahora el interés en la prensa, la radio y la televisión y Rafael ha contado sus experiencias de veterano telegrafista en entrevistas para estos medios.

La pérdida de su esposa Ángeles, que fue su apoyo durante su larga vida profesional, supone un duro golpe para él. Pero sus cinco hijos, quince nietos y diceiocho bisnietos le proporcionan todavía consuelo, mientras añora aquellos viejos tiempos de su querido Cuerpo de Telégrafos. Rafael fallece con cien años y una mente lúcida, a los 100 años de edad, el 17 de abril de 2011.