Recogemos aquí el artículo publicado en el último número de la revista de la Asociación, sobre la exposición itinerante en la provincia de Huelva: Los rostros de "El tiempo que ya no está", en la que se muestran, entre otras, fotografías, que aquí reproducimos, de nuestro compañero y anterior web master de este sitio web, Juan José María Martínez, en la oficina museo que mantiene en Aracena.

Iniciándose esta exposición en la población de Aracena para seguir por los diferentes pueblos de la Sierra, como Fuenteheridos, Galaroza, Aroche, Cortegana, Valdelarco y Jabugo, además de Minas de Ríotinto, Minas de la Concepción, La Palma del Condado, Ayamonte, Punta Umbría y la misma Huelva capital, entre otros.

 

En la exposición se muestran los rostros e imágenes de hombres y mujeres de todas las profesiones y son un ejemplo de enseñanza para la sociedad, entre 60 y 103 años de edad, de los que, a través de la imagen en blanco y negro, se cuenta parte de la historia de sus vidas. Magníficas fotografías de Juan Blas Leal con textos del poeta Manuel Moya, natural y residente en Fuenteheridos.

Entre los personajes que aparecen está nuestro kdo amigo, compañero y residente en Aracena, Juan José María Martínez Domínguez, del que mostraremos las fotografías que aparecen en la exposición, así como el texto que le dedica Manuel Moya.

“Antes, mucho antes, cuando era pequeño y el mundo conservaba aún un no sé qué de mágico, gustaba de ir a la modernísima Oficina de Telégrafos de mi pueblo, solo para tratar de averiguar dónde estaba el truco de todo aquello y contemplar los pequeños pero desconcertantes instrumentos que, vaya usted a saber cómo y porqué, parecían estar conectados con el resto del mundo en una suerte de milagrosa y enigmática complicidad. Hoy todo eso ha quedado relegado a un rincón casi inaccesible de mi memoria.

No es éste el caso de Juan José María Martínez Domínguez, bilbaíno de nacimiento y ayamontino de adopción, que ha consagrado su vida al telégrafo y que hoy en día, más que jubilado, mantiene un museo del Telégrafo en Ayamonte, lugar donde fuera destinado en 1975, que ya ha llovido sobre las aguas últimas del Guadiana. Desde entonces, Juan José María, un hombre apuesto y cabal, se ha consagrado a perpetuar sin ayuda de nadie, contra viento y marea, adquiriendo aquí y allá piezas y cachivaches, el mundo mágico del Telégrafo, un mundo, que como digo, estaba ahí hace unas cuantas décadas, pero que hoy nos parece provenir de tiempos inmemoriales.

Juan José María se ha consagrado pues como el guardián de una memoria que ha pasado por nosotros de puntillas y que se va hundiendo en el hondón de los tiempos como se hunde en la arena la madera podrida de un barco. Menos mal que Juan José María Martínez Domínguez, el vizcaíno asentado en la luz de Ayamonte, nuestro vocacional Telegrafista, aún sigue ahí, apoyado en su bicicleta, dispuesto a pedalear hasta el barrio de la `Villa`, para llevar esas pocas y fascinantes palabras que caben en un telegrama y que hablan de la fatalidad y de la buena nueva.”