Arrimado a la blanca pared,

la tapa cerrada

y sumido en profundo silencio,

reposa el piano.

 

Y en silencio medita tal vez,

sereno y en calma,

añorando la suave caricia

de tu blanca mano.

 

Cuando quieras, de nuevo, traer,

del fondo del alma,

el recuerdo de un tiempo feliz,

descubre su arcano:

 

que el recuerdo dichoso de ayer,

cual jaula dorada,

bajo forma de ritmo y cadencia,

lo guarda el piano.

 

Raúl Mario García Fandiño