Recogemos aquí, por su interés, el artículo de María Otero publicado en el último número de la revista de la Asociación, el nº 48, con una breve biografía de Joaquín Muñoz Morillejo, telegrafista, escritor y, sobre todo, pintor. Este artículo entrará a formar parte de la colección de biografías de personajes españoles e internacionales relacionados con la telegrafía, de la sección TELEGRAFISTAS ILUSTRES - BIOGRAFIAS HISTÓRICAS  de nuestro sitio web. 

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Telegrafistas Ilustres

Joaquín Muñoz Morillejo, el telegrafista que no sabía vivir sin pintar

Por María Otero

Joaquín Muñoz Morillejo (en la imagen, su autorretratro) nació en Madrid en 1861 y falleció en esta misma ciudad en 1935. Comenzó a pintar a los catorce años y dedicó su vida a la pintura, aunque la compaginó con la escritura y con su profesión de telegrafista.

Cursó estudios de Perspectiva y Pintura (del natural y paisaje) en la Escuela Superior de Pintura de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, obteniendo la nota de sobresaliente. Fue alumno de Carlos de Haes, pintor de cámara de Alfonso XII. Este magisterio influyó en su obra por su realismo y acierto en la composición.

Fue un autor muy prolífico, ya que no concebía vivir sin pintar. No le interesaba ni ser célebre, ni muy cotizado, sólo el placer estético de plasmar la belleza. Según su testimonio, sus obras excedían de mil, entre cuadros, bocetos, apuntes, etc. Todos los días se levantaba al amanecer y trasladaba al lienzo algún rincón de Madrid, su ciudad natal que le entusiasmaba. Por eso, casi todos sus cuadros son vistas, paisajes y rincones del viejo Madrid, o de sus alrededores: el barrio de los Austrias, el Ayuntamiento, interiores de iglesias como la de la Catedral de San Isidro o la de San Francisco el Grande. Participó en la Exposición Nacional de 1897 donde consiguió el primer premio por su cuadro Una herrería, y obtuvo también una mención honorífica, con Un paisaje de Cercedilla en la Exposición Nacional de 1904.

Su manera de pintar se ajustaba fielmente a la realidad de lo que veía, perfeccionado gracias a sus estudios y extensos conocimientos sobre perspectiva. Son famosas sus puestas de sol, porque reflejan toda la poesía y encanto de la época. Gran parte de sus obras se conservan en el Museo de Historia de Madrid y también pueden admirarse en el Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York.

Expuso Muñoz Morillejo en el Ateneo de Madrid en 1918, con gran éxito de crítica y público y también en el Círculo de Bellas Artes de su ciudad en 1924, aunque siempre repetía que lo que le interesaba de su pintura era satisfacer una necesidad espiritual. En 1975 el Ayuntamiento de Madrid le hizo un homenaje en el 40 aniversario de su fallecimiento en el que participó su hija Carmen Muñoz Ruiz-Castillo.

Joaquín Muñoz Morillejo ha sido más recordado como tratadista y escenógrafo que como pintor. Fue autor de un Tratado de perspectiva con aplicación en las Bellas Artes y Artes Industriales y del Manual de Escenografía Española, publicado en 1923 por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y considerado un clásico de referencia obligada en el estudio de la historia del teatro español de último tercio del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX.

Compaginó su actividad de pintor y estudioso con su trabajo de funcionario del Cuerpo de Telégrafos. Ingresó por oposición en Telégrafos en 1880 y en 1893 el director general Monares le nombró director de la Biblioteca de Telégrafos, donde permaneció más de treinta años, hasta la edad de jubilación. Su labor fue muy fructífera, organizó sus fondos y fomentó la adquisición de obras para que los telegrafistas siguieran formándose.

Realizó el traslado de la biblioteca de Telégrafos de la Central de Pontejos de Madrid al Palacio de Comunicaciones. Pintó grandes medallones clásicos para fondo de la biblioteca. Diseñó un espacio confortable, para que los lectores disfrutaran de tranquilidad para el estudio y la lectura. Incluso pensó una zona de lectura, al aire libre, en uno de los torreones del edificio (en la imagen, su proyecto de la biblioteca). Sin embargo, su proyecto no pudo realizarse del todo, porque cuando se trasladaron los funcionarios de Telégrafos en 1922, gran parte del espacio ya había sido ocupado por los de Correos, que estaban en el Palacio de Comunicaciones desde 1919.

Durante muchos años han permanecido expuestos, en el Museo Postal y Telegráfico, los dos retratos al óleo que Muñoz Morillejo pintó al director general de Telégrafos Gregorio Cruzada Villamil, que fundó la biblioteca de Telégrafos en 1876 y nombró al primer director del Museo de Telégrafos, José Redonet y Romero en 1884.

En una entrevista que dio a Heraclio Valiente, periodista de la revista Electra en 1924 le dijo: “Quiero tanto a este Cuerpo de Telégrafos, y siento por él esta inmensa gratitud, que soy capaz de hacer los mayores sacrificios por su bien”.

Joaquín Muñoz Morillejo como telegrafista, como pintor y como escritor realizó un trabajo extraordinario, por el que merece ser recordado.